Manual de panadería mágica para usar en caso de ataque by T. Kingfisher

Manual de panadería mágica para usar en caso de ataque by T. Kingfisher

autor:T. Kingfisher [T. Kingfisher]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9786075576909
editor: Océano Gran Travesía
publicado: 2023-01-28T00:00:00+00:00


VEINTIDÓS

Menos de una hora después, me encerraron en un armario con maese Gildaen y un gran recipiente con agua.

—Aquí no caben todos —dijo el mago cuando Joshua pareció querer discutir—. Es mi cuarto de trabajo. Entro ahí para hablar con las aguas, no para recibir visitas. Mi joven colega puede venir conmigo, si les preocupa que yo pueda invocar algún demonio del agua para que deje sus huesos limpios e impolutos, pero los demás pueden quedarse en mi sala.

—No puedo vigilar la entrada del cuarto de trabajo y a la Duquesa al mismo tiempo —protestó Joshua—. No, a menos que nos quedemos todos en el pasillo, y no creo que eso sea buena idea.

La Duquesa le dijo que podía quedarse montando guardia en la puerta, y que ella estaría perfectamente bien a solas, y Joshua fingió que ella no había dicho nada. Eso me sorprendió. Supongo que era prueba de lo que había dicho antes la Duquesa, de que quien gobierna una ciudad no tiene poder absoluto. Desde el punto de vista de Joshua, a la hora de mantener a salvo a la Duquesa, era él quien estaba a cargo. Y la Duquesa parecía aceptar esa situación.

Y entonces, ella se volvió hacia mí:

—¿Mona?

Yo sabía que no era una orden. Me estaba preguntando si yo estaba dispuesta a ir, por si acaso maese Gildaen resultaba ser otro traidor. Hubiera podido decir que no, y algo se nos habría ocurrido.

—Iré —dije. Yo no creía que Gildaen fuera un traidor. Había escuchado toda la historia, enterita, y si hubiera sido un traidor, habría reaccionado con asombro ante la noticia de Elgar, para desviar las sospechas.

En lugar de eso, cuando le contamos sobre el Hombre Color Retoño, tan sólo asintió.

—Suena como algo que Elgar podría hacer. Ese joven desgraciado es de los que, cuando se aburren, les arrancan las alas a las moscas. Y siempre vestido con esas ridículas túnicas verdes. Uno pensaría que así llamaba la atención tanto como un pez fuera del agua, pero tiene ese absurdo talento con el aire, y consigue envolverse en él de manera que la mitad de las veces las miradas que iban destinadas a él resbalan y no lo perciben.

—¿Pueden arrestarlo? —preguntó Spindle, echando un vistazo de intenso interés a las armas de Joshua—. ¿O cortarlo en pedazos por traidor?

—Podemos intentarlo —dijo Joshua. Miró a maese Gildaen para confirmarlo.

—Intentarlo… ése es el término adecuado, jovencito. Elgar no es tan buen mago como para impedir que el aire entre o salga de tus pulmones, pero sí puede envolver tus ojos en humo y enredarte el cerebro, y luego de eso no necesita más que un cuchillo. Y los días en que yo era capaz de hacer caer una tormenta que limpiara el aire ya pasaron hace mucho —Gildaen miró a la Duquesa y suspiró—. Pero haré todo lo que esté en mis manos, si su Excelencia así me lo pide. Aunque le sugiero muy encarecidamente que, antes que nada, enviemos un mensaje al General Dorado, de manera que, si llegamos a fracasar, no perdamos un mago.



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